El viernes día 20 los senderistas que esperábamos al autobús de Igueldo estábamos muy animados y sonrientes.
Me vino a la mente que, siendo niña, cuando iba al Monte Igueldo con mi familia, también lo hacía con mucha alegría e ilusión. ¡Ahí es nada!, ir en trolebús, subir en funicular, acodarte en la barandilla para ver las vistas, montar en el carrito tirado por un caballito o por una cabrita (en los dos eran demasiado), “volar” en las cadenas del tío-vivo, “navegar” por el Río Misterioso, ver a la osa Úrsula y, si nos portábamos bien, comprar cacahuetes que compartiríamos con los monitos allí enjaulados. Para el resto de las atracciones, … ”todavía eres muy pequeña”.
Con ese mismo entusiasmo parecía que estábamos los senderistas. Aunque no íbamos precisamente al “Parque de Atracciones del Monte Igueldo S.A.”, sino que se había programado caminar desde el Camping y, siguiendo por el camino a Perus, llegar hasta a la cima del Kukuarri, para luego volver al punto de partida.
(Como no puedo poner música en el blog, sugiero al lector que abra una nueva ventana y busque en ella esta página:Con ese mismo entusiasmo parecía que estábamos los senderistas. Aunque no íbamos precisamente al “Parque de Atracciones del Monte Igueldo S.A.”, sino que se había programado caminar desde el Camping y, siguiendo por el camino a Perus, llegar hasta a la cima del Kukuarri, para luego volver al punto de partida.
http://www.youtube.com/watch?v=Q8e9A1uXnns
De esa forma, mientras se leen estos comentarios, se oye una bonita canción; como si fuera su tema musical).
El Secretario de nuestra Asociación camina sonriente, al igual que todo el grupo, teniendo al fondo nuestro mar, nuestro querido mar, nuestro querido Cantábrico.
Mientras saborean su hamaiketako, estos caballos también miran a su/nuestro mar.
Y nosotros marchábamos en contacto con tres elementos naturales: Agua, Aire y Tierra; el cuarto, Fuego, lo llevábamos en nuestro corazón de senderista.
A lo lejos y pese a la bruma vimos a un viejo conocido: ese Ratón que parece quiere avanzar mar adentro.
Llegamos a la cima del Kukuarri (también conocida como Talaimendi) y pudimos contemplar la Andra Mari de Kukuarri, obra de Oteiza, y, a su lado, la cruz allí existente. Lo que veíamos desde aquel alto era maravilloso y no importaba que no brillara el sol, nuestros ojos… nosotros apreciábamos su belleza. Habíamos hecho cumbre y la primera parte de nuestro recorrido estaba cubierta.
A la vuelta, con ese fondo marino (para no variar), pudimos vislumbrar la costa donostiarra a pesar de que la niebla nos lo ponía difícil.
Después de tomar un rico pintxo de tortilla, parte del grupo nos dirigimos a paso rápido hacia el Camping para llegar puntuales a la salida del autobús, quedando atrás al resto ya que tenía intención de bajar caminando hasta el centro.
Resultó una estupenda salida. Habíamos caminado por el Camino de Santiago (ya nos queda menos) y charlado con unos peregrinos cuyo propósito era llegar a cubrirlo en su totalidad; la naturaleza nos brindó un magnífico panorama desde la cima del Kukuarri; esa mañana, con un cielo cubierto de nubes, se oían cercanos los cantos con los que nos saludaban los pajarillos. Y todo ello nos invitaba a mirar a …¡el mar amado, el mar apetecido, el mar, el mar, y no pensar en nada! (del poema Ocaso de Manuel Machado).
Después de tomar un rico pintxo de tortilla, parte del grupo nos dirigimos a paso rápido hacia el Camping para llegar puntuales a la salida del autobús, quedando atrás al resto ya que tenía intención de bajar caminando hasta el centro.
Resultó una estupenda salida. Habíamos caminado por el Camino de Santiago (ya nos queda menos) y charlado con unos peregrinos cuyo propósito era llegar a cubrirlo en su totalidad; la naturaleza nos brindó un magnífico panorama desde la cima del Kukuarri; esa mañana, con un cielo cubierto de nubes, se oían cercanos los cantos con los que nos saludaban los pajarillos. Y todo ello nos invitaba a mirar a …¡el mar amado, el mar apetecido, el mar, el mar, y no pensar en nada! (del poema Ocaso de Manuel Machado).
C.Y.
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